Puede que te digan que es normal que el niño peque cuando está enojado, a más de una nos ha pasado que no podemos controlar los golpes que da nuestro hijo, pero ¿es una etapa o algo para preocuparse?

“No pegues”, “Eso no se hace” o un simple “¡NO!” suelen ser expresiones que se escuchan a menudo en diversos círculos familiares, y también por qué no, hacer énfasis en el maltrato de los padres hacia los más chicos, pero… ¿Si esto último fuera a la inversa? Aunque resulte difícil de creer es un mal que existe y prevalece por una mala convivencia, desarrollo, establecimiento de lineamientos y una lista interminable de carencias (la cuales provocan dificultades en la interacción con los hijos a la hora de poner correctivos, instaurar reglas o simplemente llamar la atención por alguna falta cometida, en este escenario los padres son las víctimas.

En general no se trata de una estructura quebrantada, fracturada o que exista una estructura muy frágil, la cuestión socioeconómica o una sobre autoridad de los padres, en fin, ¿Qué es lo que provoca que un niño agreda a sus padres?

Se entiende la confusión que esto te pueda provocar porque resulta casi casi inexplicable ¿Cómo es posible que un niño golpee o insulte a sus papás? Sí, es tan real y es un problema bastante serio y uno de los factores principales es la falta de normas, límites dentro del marco educativo de cada niño generado por un esquema permisivo en exceso que permite a los infantes percibirse como iguales y esto genera impulsos peligrosos o alarmantes.

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¿Qué debemos hacer en caso de recibir agresiones por parte de nuestros hijos?

Es muy sencillo elaborar un marco de trabajo constante y casi terapéutico que muchas veces se nos sale de las manos (y es válido, somos seres humanos).

Uno de los puntos principales puede ser el establecer normas básicas pero firmes y de fácil comprensión con un nivel de apertura que permita un diálogo beneficioso.

También debemos hacer un espacio de reflexión ante las situaciones de estrés en las que por lo regular explotamos de manera impulsiva que también genere el espacio del intercambio de ideas, pensamientos y sentimientos, lo cual también te va a evitar el pataleo innecesario o los llantos sin control.

No reaccionar de forma violenta; recuerda que somos el ejemplo a seguir y si alzamos la voz innecesariamente, pegamos, maldecimos o insultamos, inauguramos un ciclo sin fin.

Aprender a controlar los impulsos de los peques también es un punto muy fuerte que se rige por el acto y consecuencia como una reflexión constante para los hijos.

Por último, podemos aconsejar la estimulación del vínculo siendo partícipes de esa rutina afectiva que siembre la empatía con el otro (amigos, hermanos, familiares, conocidos, etc.)

Siempre debemos tomar en cuenta la proyección de nuestros hijos en sociedad para no tener que lidiar el día de mañana con alguna dificultad que nos pueda comprometer como padres o bien a ellos mismos hablando en términos de integridad.

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