En teoría, tengo todo lo que se necesita para ser mamá y, aunque a mis 33 años ya moría de ganas de serlo, siempre me detenía una pregunta en mi cabeza: “¿será un buen momento para tener un hijo?”. A pesar de que sabía que la respuesta era “nunca” o “ahorita no”, mi corazón siempre lo deseó. Jamás pensé que mi paso por la maternidad sería tan rápido como una estrella fugaz y que me dejaría marcada para siempre. Esta es la historia de cómo viví la pérdida de un bebé.

Asimilé la noticia de que estaba embarazada después de hacerme 3 pruebas de orina. Cuando el resultado fue innegable, experimenté una combinación de felicidad y miedo que no recuerdo haber vivido en otro momento de mi vida. La decisión la tomé casi de manera inmediata: tendría al bebé. Total, ya no era una adolescente que tendría que dejar sus planes de vida a un lado por ser mamá y porque aunque mi pareja y yo no llevábamos mucho tiempo de estar juntos, estábamos enamorados y me emocionó pensar que él era el papá. 

Cuando se lo dije tuve mucho miedo de su reacción porque mis traumas familiares me hicieron pensar que automáticamente se echaría para atrás, pero lo tomó bastante calma… contrario a mí, que no dejaba de llorar por toda la incertidumbre e incredulidad que trajo la noticia, y porque un ultrasonido primario sugirió que no era uno, sino dos bebés. La verdad, ahora que lo pienso, fueron semanas cargadas de tristeza y no precisamente por el embarazo, sino por la actitud de mi pareja que, si bien estaba presente, sus emociones decían que no quería estar pasando por eso. 

Y lo acepto, no sé si todas las embarazadas pasan por eso, pero pensé en no tenerlos porque honestamente, ser una mujer soltera con dos bebés no era mi plan. Sin embargo, las semanas pasaron y yo lo iba asimilando y aceptando. Me descubría a ratos siendo feliz por ser mamá de dos bebés y pensaba en nombres para ellos o en si sería esa típica mamá que los vestiría igual. Hasta que llegó un segundo ultrasonido que cambió todo.

Me dijeron que tenía un embarazo anembrionado, también conocido como huevo huero, que se producía por alteraciones genéticas en los gametos, ya sea en el óvulo, en el espermatozoide o en ambos durante el primer trimestre. El siguiente paso era practicarme un aborto para sacar las placentas que estaban vacías. Y ahí estaba yo, frente a la certeza de una pérdida de un bebé estrella.

Fue así que me convertí en mamá y, en un abrir y cerrar de ojos, dejé de serlo; así, sin siquiera haberlos tenido entre mis brazos. Como no había sangrado, me practicaron un AMEU, también conocido como aspirado, porque de haberlo presentado me hubieran tenido que hacer un legrado, donde efectivamente hacen un raspado para limpiar el útero. 

La verdad, no recuerdo haber llorado por eso. El día del aborto creo que estaba en  negación y los cinco días siguientes apenas y los recuerdo. El paso de las semanas fue raro y el día a día del trabajo me obligó a reaccionar como una autómata, pero no supe qué hacer con mi duelo, con esa pérdida tan profunda.

¿Era válido? ¿Había perdido algo o solamente fue un sueño? ¿Era algo sin importancia porque apenas duró semanas y no “el tiempo suficiente” como para sufrir? Al menos esto es lo que piensa la mayoría de la gente que no ha pasado por una pérdida de un bebé estrella y no valora lo que sentimos. 

La verdad es que con ayuda de mi psicólogo, escuchar podcast del tema, leer los pocos libros que tocan el tema y hablar con gente que ha pasado por esto, me di cuenta que SÍ era válido todo lo que sentía y que debía sanarlo. Con el paso del tiempo, descubrí que las emociones de las mujeres que pasamos por esto están minimizadas y muchas veces enterradas porque “cómo vas a sufrir por la pérdida de un bebé que ni siquiera viste o tocaste”. 

Ha pasado poco tiempo desde ese día en que perdí a mis bebés estrella y aunque les he prendido velas, he hecho terapia, les puse nombre y lo he hablado con quien me ha preguntado, el dolor sigue ahí. No puedo decir que me verán desgarrada rompiendo en llanto, pero mi dolor es profundo e indescriptible, y sé que todas las mujeres que han pasado por esto lo entienden.

Ya para cerrar, lo único que quiero decir es que si has vivido esto o conoces a alguien que ha pasado algo así, es importante que valides su emoción y su pérdida. No le pidas que al otro día aplique el borrón y cuenta nueva. El cuerpo supo que estabas embarazada y dejar de estarlo emocionalmente es tan difícil que no hay medicina que le ayude a tu corazón a asimilarlo. 

Busca ayuda, no te calles, grítalo, háblalo o escríbelo. Se vale estar triste y enojada, se vale no llorar o llorar a mares, todo lo que estás viviendo se vale y lo único que te queda es trabajar por salir de esos sentimientos para sanar, en el momento correcto, y estar lista para la llegada de tu próximo bebé, si así lo deseas. 

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